Publicada en el cuarto de una serie de documentos científicos que revolucionaron las matemáticas en 1905, E=mc2 está ahora vinculada con el poder de la bomba atómica.
Ninguna otra ecuación, en ninguna parte, es tan reconocida como E=mc2.
Corría 1905, cuando la fórmula se convirtió en la prueba final del genio e imaginación de un joven científico nacido en Alemania que aún no tenía un puesto universitario.
Parece muy simple: tres cartas sobre la energía, la masa y la velocidad de la luz, abrirían la puerta a un universo inexplorado.
Sin embargo, todavía representa un desafío para los científicos descubrir todo lo que está detrás de la simple ecuación.
Einstein demostró en pocas líneas que al acelerar un objeto, éste no sólo se mueve más rápido, sino que también se vuelve más pesado.
Como resultado, seguir empujando el objeto genera cada vez menos beneficios. Eventualmente, nada puede ser acelerado más allá de la velocidad de la luz.
La ecuación vino a completar la teoría de la relatividad que él había comenzado a desarrollar a comienzos de aquel año.
Einstein pronto reconocería con la nueva ecuación, que la energía liberada en radioactividad -un fenómeno difícilmente entendido en esa época- podría llevar a cambios medibles en la masa.
Esa idea sería eventualmente aplicada a la física de la bomba atómica.
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