A esto se le llama morir de éxito. A Google le ha ido tan bien en la bolsa que muchos de sus principales ejecutivos, ahora multimillonarios, están dejando la compañía. No es un problema nuevo: lo mismo les pasó a muchas otras compañías de la burbuja punto com o a Microsoft, donde muchas secretarias se jubilaron a los 30 años nadando en dinero gracias al éxito en bolsa. Es el daño colateral del éxito financiero: las empresas se llenan de dinero pero se vacían de talento.
Desde que Google salió a bolsa, en agosto del año pasado, su cotización se ha multiplicado por tres. Esta espectacular revalorización no sólo ha beneficiado a los inversores. También ha hecho millonarios a decenas de trabajadores de la compañía, que contaban con programas de opciones sobre acciones, “stock options”, como complemento a sus sueldos. Y, cuando se tiene mucho dinero, ¿quién quiere trabajar doce horas al día?
Wayne Rosing es uno de los nuevos millonarios de Google que ha tirado la toalla para vivir mejor. Según publica el Washington Post, Rossing era uno de los vicepresidentes de la compañía, uno de los empleados mejor pagados: 776.556 dólares de sueldo el año pasado. Pero, gracias a la bolsa, ha ganado más de 30 millones de dólares. Con ese dinero en la cuenta, ha decidido abandonar Google para aceptar un trabajo no remunerado en una universidad, en la facultad de Astronomía. Literalmente, se dedicará a mirar las estrellas.
Otro que ha abandonado es Cindy McCaffrey, del departamento de marketing. Era uno de los empleados más veteranos de la compañía, el número 30 en entrar en Google. En enero dejó la empresa para pasar más tiempo con su familia.
Hasta el cocinero del “Googleplex”, la sede de Google, se ha plantado. Charlie Ayers, “Chef Charlie”, llevaba cinco años y medio ocupándose del comedor de la compañía, que es gratis para los empleados. Antes había sido el cocinero de los famosos “Grateful Dead”. Con el dinero de las acciones de Google, ha decidido crear una cadena de restaurantes en Silicon Valley.
El peligro de las acciones
Podría ser peor para Google. Sus ex trabajadores podrían haber fichado por la competencia, por Yahoo! o Microsoft, en lugar de abandonar su empleo para vivir mejor y hacer lo que les gusta. Pero aún así, esta fuga de talentos, tan habitual cuando llegan los cheques de siete cifras, debilita al buscador más famoso de la Red al restarle valor a uno de sus activos más valiosos: su capital humano, los cerebros que hicieron posible el éxito.
Es otra de las consecuencias negativas de salir a bolsa, pero no la única. Una de las causas del desastre de las punto com de hace unos años fueron estas opciones sobre acciones que ahora han hecho millonarios a muchos trabajadores de Google.
Desde el momento en el que los sueldos de los directivos dependen de la cotización bursátil y no de la situación económica real de la compañía, la tentación de cambiar el rumbo de la compañía aumenta. El largo plazo para algunos ejecutivos se convierte en el tiempo que falta para poder vender las “stock options” y retirarse. Muchas veces sólo se piensa en cómo agradar a los mercados para que la cotización suba sin parar. Se olvidan los riesgos y la estrategia.
El caso Enron, la empresa eléctrica que acabó en bancarrota devorando los ahorros de miles de inversores, es el ejemplo más dramático de los efectos perniciosos que puede provocar este modelo, cuando lo más importante es el valor de la acción y no la salud del negocio, cuando vale más parecer que ser.
Hoy parece imposible que Google tuerza tanto el timón como para hundir el barco y los controles de los mercados, después de la burbuja, han aumentado. Pero sin duda, su salida a bolsa y el espectacular crecimiento de su cotización no sólo ha traído dinero a la compañía. También conlleva nuevos riesgos… y que disminuya la calidad del menú de la empresa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario