Nuevas formas de pecado "aunque su sustancia venga a ser la misma sabiamente advertida hace siglos en los diez mandamientos" acechan al católico ante el ordenador, por lo que la Iglesia católica alerta de que ciertos comportamientos on-line exigen pasar por el confesionario, según informa María paz López en La Vanguardia.
Piratear programas informáticos; "bajarse" música, películas o documentos ilegalmente de internet o crear virus y/o propagarlos adrede por correo electrónico son comportamientos pecaminosos, a juicio de los 40 teólogos reunidos esta semana en un simposio sobre penitencia celebrado en el santuario de San Gabriel del Gran Sasso, a unos 120 kilómetros de Roma. Sus conclusiones cobraron ayer, jornada mundial de las Comunicaciones Sociales, un especial significado.
Los pecados informáticos que precisan confesión, a juicio de estos teólogos italianos, van desde los muy graves, como visitar webs pornográficas, a otros menos graves pero económicamente dolosos para terceros, como apropiarse de modo indebido de programas, canciones o películas en la red, o crear y difundir virus. Visto así, los "hackers" bautizados necesitan recurrir urgentemente al sacramento de la penitencia.
"El confesor debe hacer entender que un determinado comportamiento puede hacer daño a otros" explicaba el sábado en el diario "La Repubblica" el redentorista Sabatino Maiorano, presidente de la Pontificia Academia Alfonsiana de Roma". Se trata de ayudar a quien quiere vivir con responsabilidad la libertad ofrecida por los nuevos medios de comunicación, para redescubrir un uso humano del instrumento.
En realidad, los especialistas no consideran que los tecnopecadores sean una "novedad moral", pues sus pecados son encuadrables en los cánones clásicos de los diez mandamientos y, por tanto, basta con echar mano de la Biblia para abordarlos. En el simposio de San Gabriel no se habló de penitencias concretas para estos errores, sino más bien de cómo tratarlos en el diálogo del confesionario.
Además de los anteriores, otros pecados de carácter informático están ligados a los conceptos de verdad y mentira. Comete pecado quien chatea de modo abusivo, mintiendo o informando con falsas generalidades, quien envía mensajes anónimos por internet o manda "fake mail" (correo falso), es decir, quien envía mensajes desde correos electrónicos falsificados que hagan pensar al receptor que conoce o puede identificar al remitente. Para los teólogos del simposio, todo lo anterior equivale a mentir.
La Iglesia católica se muestra preocupada desde hace años por el impacto de las tecnologías de la comunicación en la sociedad, y por eso instituyó una jornada mundial anual para las Comunicaciones Sociales, que se celebró ayer. Por este motivo, el Pontífice dedicó el Regina Coeli (oración que en estas fechas sustituye al ángelus) a alertar a los padres contra la televisión basura.
Desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico vaticano, Juan Pablo II "con aspecto discreto y ante cientos de peregrinos con paraguas por la intensa lluvia que caía sobre Roma" dijo ayer que es obligación de los padres vigilar lo que sus hijos ven en televisión, y tutelarlos frente a los medios "cuando presentan una visión inadecuada o incluso distorsionada de la vida, de la familia misma, de la religión y de la moral". Consejo papal: hay que aprender a usar los medios "con sabiduría y prudencia", un deber "que concierne sobre todo a los padres, responsables de una educación sana y equilibrada de los hijos".
No obstante, el Papa recalcó las bondades que "los vastos recursos de la comunicación y la información" pueden llevar a las familias, ofreciendo "oportunidades de educación, de enriquecimiento cultural y de crecimiento espiritual". De hecho, la Santa Sede se ha revelado una experta usuaria de las nuevas tecnologías de la información. La visitadísima web vaticana (www.vatican.va) se ofrece en seis idiomas (alemán, inglés, español, francés, italiano y portugués), y Radio Vaticano, aun no siendo un órgano oficial de la Santa Sede, lleva su voz a millones de oyentes en todo el mundo.
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